Nuestra actividad cerebral consume mucho azúcar, si tuviera que gestionar todos los estímulos sensitivos que recibimos, nos agotaríamos en cuestión de minutos.
Por ello, nuestro cerebro se dedica a filtrar toda la información que recibimos en base a unos patrones mentales que vamos desarrollando a los largo de nuestra vida.
Y dentro de dichos patrones, el color juega un papel fundamental puesto que es un símbolo claramente distinguible por nuestro cerebro y que le permite de forma sencilla proyectarlo sobre la imagen que tenemos de nosotros mismo y definir cada color como afín o no a nuestra personalidad.
Parte de la explicación del impacto del color en nuestras decisiones sobre qué producto comprar se debe a que cada color despierta en nosotros unas determinadas emociones y sensaciones.
Si bien, cada persona tiene ordenado su abanico de colores de forma diferente, en base a su cultura y a sus experiencias, podemos decir que los occidentales aplicamos nuestros matices sobre este patrón predefinido que es el que suelen usar los comunicadores en sus acciones de marketing.
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